15.10.07

Bahia de Las Negras


Pocas veces un nombre describe tan bien un lugar: Las Negras, en el Cabo de Gata. Una bahía formada por montañas de piedras negras, y una playa de fina arena... negra, cubierta en parte por cantos rodados negros también. Piedras negras de origen volcánico, salpicadas de vez en cuando por un hermoso mineral rojo de origen volcánico también, los granates que un día hicieron famoso al lugar. Como contrapunto, las montañas están cubiertas de esparto, que de alguna forma alivia el omnipresente negro, a cambio de llenarlo de un monocromático verde en primavera, amarillento el resto del año.
El pueblo, blanco, casi doloroso a la vista, como queriendo contradecir su nombre. Un pueblo tranquilo en el que el tiempo parece tener su propio ritmo pausado, en el que el reloj parece marchar al ritmo de sus tranquilas olas. Casi nadie en agosto, apenas nadie en invierno.
El mar, azul intenso, del color del cielo. Tanto que a veces no se distingue el horizonte. Más monocromatismo, en este caso azul, no un azul turquesa propio de caribes y mares tropicales. Azul profundo, mediterraneo, el azul cobalto de los oleos.
La temperatura del agua cambiante. Muy cálida si sopla el levante, muy fría si sopla el poniente. Y aquí, siempre sopla uno de los dos. La costa de las dos madres, le llaman los lugareños, ¿de las dos madres, pregunté yo un día?, sí, me contestaron con la retranca propia del lugar: ¡de la madre que parió al levante y de la madre que parió al poniente!
Las Negras, un nombre singular, un nombre que sin embargo no describe el lugar, o mejor dicho, el aspecto del lugar no ha influido en el nombre. ¿Por qué entonces Las Negras, si no es por sus piedras o su playa?. Pues por una historia, arraigada en la memoria popular, pero como todas las historias que se pasan de boca en boca de generación en generación, imprecisa, sin fechas, adornada...Cercana a Las Negras está la Cala de San Pedro, a la que solo se puede llegar andando 4 ó 5 kms, desde las negras o por barco. Una cala recogida, que proporciona abrigo y seguridad a las embarcaciones, tanto de los temporales de poniente, como de los más habituales de levante. Hoy día sólo habitada por comunidades de hippies que pasan allí el verano la mayoría, o todo al año algunos. Hace tiempo, no puedo precisar cuando, se instaló allí una pequeña comunidad de pescadores. 15 o 20 familias. Los hombres faenaban en el mar mientras que las mujeres tejían el esparto haciendo cestos, alfombras...Debido al aislamiento, aprovechaban que los hombres llevaban la pesca del día al vecino pueblo de San José -el más grande de la costa del Cabo de Gata- para llevar también sus artesanías y los productos de sus pequeños huertos. Una vida dura, pero feliz. Prácticamene aislados del resto del mundo por lo abrupto del terreno, las embarcaciones eran practicamente su único contacto con el resto del mundo, su único alivio contra la soledad, quizás buscada a propósito. Pero un día, la tragedia golpeó inmisericorde. Un temporal de levante pilló por sorpresa a todos los pequeños veleros en el mar.
Durante días, las mujeres subían a los riscos intentandol divisar las blancas velas recortarse sobre el lienzo azul del mar. Nada. Cuando comenzaron a llegar a la playa los restos de las embarcaciones, la tragedia presentida se hizo dolorosa realidad. Todas viudas de pronto. Sin barcos ni hombres no tenía sentido seguir allí. Se vistieron de luto y caminaron los 5 kilómetros que las separaban de una pequeña bahía, mejor comunicada con los pueblos vecinos. Allí se instalaron, cultivando sus huertos y fabricando sus artesanías. Todas de luto...todas de negro. Esa es la verdadera razón del nombre de este sitio.

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